Contexto histórico de Brasil

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Vamos ahora a dar un marco para explicar la participación brasileña en la Operación Cóndor y en ese contexto tratar lo sucedido a tres argentinos, integrantes de la organización Montoneros.

 

La dictadura brasileña

El golpe de Estado en Brasil fue el primero de la región que inició el ciclo de dictaduras de seguridad nacional.

Brasil, luego del golpe de Estado, transformó su estructura represiva según los principios de la seguridad nacional.

Lo primero que se hizo fue reestructurar y militarizar a las Direcciones de Orden Político y Social (DOPS) y sus brazos operativos, las Secciones de Orden Público (SOPS), que ya existían. A los fines de racionalizar la represión, en 1964 se creó el Servicio Nacional de Informaciones (SIN), con la función de centralizar y planificar la represión. Dentro del nuevo esquema, las DOPS adquirieron un papel más operacional y represivo. En paralelo, las Fuerzas Armadas mantuvieron sus propios servicios de inteligencia, que actuaban coordinadamente.

En 1970, luego de la puesta en marcha de la Operación Bandeirantes, una forma más racionalizada y centralizada de ejercicio de la represión, se crearon los Centros de Operaciones de Defensa Interna/ Destacamentos de Operaciones internas (CODI/DOI). Se trataba de espacios de coordinación, bajo mando único, de representantes de las fuerzas militares y de seguridad que actuaban contra la “subversión”, tanto la interna, como de los extranjeros que se encontraban en Brasil.

En Brasil, los ciclos represivos estuvieron signados por los llamados Actos Institucionales. El primer ciclo represivo de importancia se produjo entre 1964 y 1966, durante la dictadura de Castelo Branco. El segundo, que nos interesa especialmente, se desarrolló entre 1968 y 1974, y se inició con la promulgación del Acto Institucional 5, que dio origen al período de mayor represión en el país, tanto es así, que a este período los brasileños lo llaman “años de plomo”.

Como contracara, el aumento de la represión dio lugar a que muchos jóvenes pasaran a formar parte de grupos que optaban por la acción directa, generando una espiral de acción-reacción. El punto de máxima tensión de la represión en Brasil fue la emprendida contra la guerrilla de Araguaia, en 1972.

El modelo brasileño se basó en la represión selectiva, el uso generalizado de la tortura y la prisión política. Por primera vez, se planificó y llevó a cabo una política oficial de exterminio, desaparición forzada y masiva de personas.  

 

Exilios y represión

Los distintos momentos de la represión determinaron dos oleadas importantes de destierros. El primero, conocido como la “generación del 64”, y el segundo, la “generación del 68”.

La primera generación de exiliados fueron los miembros del gobierno del depuesto presidente Joao Goulart, miembros del Partido del Trabajo Brasilero, del Partido Comunista de Brasil; y también intelectuales de izquierda. Se asentaron principalmente en Uruguay y Chile, pero también tuvieron otros destinos.

La “generación del 68”, por su parte, se compuso de activistas más radicales, con objetivos diferentes de la primera.

Estas dos generaciones de exiliados brasileños fueron espiadas y perseguidas por el DOPS y por un organismo de inteligencia diplomático, el Centro de Informaciones Exterior (CIEx), que formó parte de la comunidad informativa brasileña.

A pesar de que la fase represiva más aguda de la dictadura brasileña ya había pasado cuando se firmó el acta fundacional de Cóndor, los exiliados brasileños también sufrieron sus consecuencias. Brasil no había abandonado las hipótesis de conflicto relativas a la Doctrina de Seguridad Nacional y, además, la situación regional ameritaba su participación. Como ya explicamos, al principio Brasil se limitó a observar el desarrollo de Cóndor, para luego pasar a formar parte como miembro de pleno derecho.

Así, se entiende que entre marzo de 1976 y diciembre de 1977 hayan desaparecido en Argentina varios ciudadanos brasileños, aunque esto no es objeto de análisis en este juicio. Y también, en este marco, se explica lo sucedido a tres argentinos que fueron secuestrados en Brasil: Norberto Habbeger en Río de Janeiro, a principios de agosto de 1978; y Mónica Pinus y Horacio Campiglia, también en Río de Janeiro, el 12 de marzo de 1980. Sabemos, por la declaración de Jair Krischke, que estos no fueron los únicos argentinos secuestrados en Brasil. También corrieron esa suerte Lorenzo Ismael Viñas y el cura Jorge Adur, ambos en julio de 1980 en la zona de la frontera Uruguayana- Paso de los Libres. Las características de los secuestros de Habbeger, Pinus y Campiglia se van a tratar específicamente a continuación.

Y en la misma época, hubo una colaboración entre Brasil y Uruguay en el operativo fallido de desaparición de dos miembros del PVP, Universindo Rodríguez y Lilian Celiberti, en noviembre de 1978.

En síntesis, a pesar de la apertura política, continuó la violación a los derechos humanos en general y la participación de Brasil en Cóndor en particular.

Además de los secuestros, y también en el marco de Cóndor, Brasil colaboró con la persecución a las colonias de exiliados. Aquí, una particularidad es que en el momento en que se produjo el golpe de Estado en Argentina, en Brasil se estaba produciendo un proceso de apertura política controlada, que había comenzado en 1974 con la llegada a la presidencia de Ernesto Geisel. Este proceso de apertura llevó a que en agosto de 1979 se promulgara la ley de Amnistía para los perseguidos políticos.

En este marco, Brasil, además de ser un país que expulsó mediante destierro a parte de su población, en el contexto de esta apertura política, también fue un país de acogida, en especial para los argentinos que escapaban de nuestra dictadura. Brasil era un país limítrofe, al que se podía acceder sin pasaporte ni visado.  Así, quienes no contaban con redes de contactos personales o las propias de las organizaciones políticas, optaron por este país. Lo mismo sucedió con quienes tampoco contaban con recursos económicos suficientes como para llegar a los grandes centros de exilio, como París o México. Esto determinó que en las grandes urbes como Río de Janeiro, San Pablo o Porto Alegre, se asentaran comunidades de exiliados argentinos. En estas ciudades, y al igual que lo hicieron otros exiliados en otros lugares, desarrollaron actividades de denuncia, a pesar de la prohibición de ejercicio de la actividad política. Estos exiliados, residentes en Brasil, también fueron objeto de control por parte de los organismos represivos argentinos.

Ahora bien. Los argentinos que buscaban la protección de ACNUR para poder salir a un tercer país, debían trasladarse a Brasil. El trámite no podían hacerlo en Argentina, porque ACNUR no podía dar el refugio a un ciudadano del país en que se producía el conflicto y que lo solicitaba.

A esto se refirió Belela Herrera, que en calidad de funcionaria de ACNUR prestó servicio en las oficinas de Río de Janeiro.

Señores jueces: Esta apertura; y la presencia de colonias de argentinos, permitieron que en esas metrópolis brasileñas las organizaciones que buscaban reingresar a la Argentina, como Montoneros, o a Uruguay, como el PVP, establecieran bases. Más aun cuando los montoneros comenzaron a desarrollar el denominado “Operativo Retorno” o “Contraofensiva”.

Esta actividad era clandestina y preocupaba a los organismos represivos brasileños. A estos hechos se refirió Florinda Castro.

Entonces, las actividades propias de los exiliados, sumadas a las actividades clandestinas de los miembros de las organizaciones como Montoneros o el PVP, motivaron y habilitaron el uso de las redes de coordinación represiva. Muestra de ello, por ejemplo, son los documentos que fueron secuestrados en el domicilio del militar brasileño Paulo Malhaes y que fueran aportados por la testigo Nadine Borges. Dentro de esas actas, tituladas “Operación Gringo” y “Operación Gringo-Caco”, se encuentran informes producidos por la inteligencia militar brasileña sobre organizaciones políticas brasileñas y, también, sobre organizaciones argentinas.

Y dentro de los informes sobre las organizaciones argentinas, se encuentran unos partes producidos por un agente de inteligencia argentino, que firma como Eduardo Marttone y a quien se refirió Malhaes en su entrevista con Nadine Borges.

Malhaes dijo a Borges que esta persona estaba infiltrada en las organizaciones argentinas y trabajaba con el servicio de inteligencia del Ejército de Brasil. Marttone comienza sus informes narrando su trayectoria como agente infiltrado. Su primera misión habría sido en 1972 cuando, con 16 años, se habría infiltrado en el PRT-ERP. Su trayectoria en esta organización fue larga, tanto que hacia 1976, tal como el afirma, fue responsable por la “caída” de la regional Santa Fe de esta organización.

Luego tuvo otra tarea: la infiltración de la Organización Comunista Poder Obrero (OCPO) y luego tareas de infiltración en la comunidad de exiliados argentinos en Brasil. Estos documentos dan cuenta, de manera muy puntillosa, de cómo eran infiltradas las organizaciones de exiliados y también las organizaciones políticas que organizaban diferentes formas de resistencia a la dictadura.

Además, el informe tiene adjunto un organigrama de Montoneros, enviado por el Grupo de Tareas 2 de la Central de Reunión del Batallón de Inteligencia 601, sector especializado en esta organización, que permite confirmar la naturaleza institucional de este intercambio. Además de esta colaboración con el Batallón 601 de Inteligencia, Nadine Borges señaló que a Brasil viajaron también miembros de la Policía Federal Argentina.

De parte de Brasil, Nadine Borges relató que Malhaes le refirió el trabajo de seguimiento que realizó sobre argentinos exiliados en Río de Janeiro, con el apoyo de la Policía Federal de ese Estado. Malhaes afirmó haber ordenado confeccionar un álbum fotográfico y registrar datos sobre esos exiliados: con quienes se relacionaban y dónde vivían, colocando luego a las personas en grupos, para informar a las fuerzas argentinas.

Esto se ve corroborado con la denuncia realizada, en noviembre de 1978, por Horacio Cid de la Paz y Oscar González ante Amnistía Internacional, que obra en el legajo CONADEP n° 1713 correspondiente a Norberto Habegger. Allí se menciona que miembros del GT2 llevaron al CCD “Olimpo” dos álbumes de fotos. Uno contenía más de 100 fotos de personas exiliadas en Brasil y que se encontraban bajo protección de ACNUR. Posteriormente comprobaron que esas fotos eran las mismas que exigía la policía brasileña a los refugiados para salir del país. Todas estaban acompañadas con los respectivos nombres y apellidos. El otro álbum contenía fotos de seguimientos a argentinos, residentes o de paso por Brasil.

Otro elemento de la coordinación que describió Malhaes a Nadine Borges es que, entre los años 1977 y 1978, recibió la orden del Presidente de secuestrar a un líder de Montoneros, que venía de Venezuela y que llegaría a Río de Janeiro para preparar la Contraofensiva. Luego de secuestrarlo, debía enviarlo con vida a la Argentina.

Borges evaluó que la participación de Malhaes en el secuestro de Habbeger se había acreditado cuando encontraron en su domicilio los documentos de la Operación Gringo.

También Malhaes le aseveró que en el secuestro del argentino líder de los Montoneros, viajaron a Brasil miembros de la policía argentina. En ese orden, Malhaes le explicó que, para que la operación fuera exitosa cuando se trataba de casos más complejos, siempre viajaban a Brasil miembros de las fuerzas argentinas. A Borges le consta que la PFA actuó en Brasil, por información y documentos en el archivo del Consejo Mundial de Iglesias y dichos de sacerdotes que hablan sobre esta presencia.

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Entonces, con esta información presente sobre las características generales de la dictadura brasileña y el contexto puntual entre 1978 y 1980, estamos en condiciones de abordar específicamente lo sucedido con estos tres argentinos que fueron secuestrados en Brasil.