Víctimas de Chile

Edgardo Enríquez Espinoza

Descripción del caso

Trataremos ahora lo ocurrido con Edgardo Enríquez Espinoza, chileno, que fue asesinado en nuestro país en el marco de la coordinación represiva provista por Cóndor.

Edgardo Enríquez Espinoza fue uno de los fundadores del MIR y hermano de Miguel Enríquez, líder histórico del partido.

Tal como surge del documento desclasificado por los Estados Unidos, denominado “Santiago 4120”, desde el mismo día del golpe de Estado en Chile, Enríquez era requerido por la dictadura de Pinochet, al igual que su hermano y otros integrantes de la cúpula del MIR. Documento 1. Por tal motivo, como mencionamos al inicio de este capítulo, los integrantes del MIR; y en especial sus dirigentes como Enríquez, tuvieron que pasar a la clandestinidad para evitar ser capturados.

Sin embargo, las fuerzas de seguridad chilenas ubicaron y asesinaron a Miguel Enríquez en Santiago, en octubre de 1974. La muerte del número uno del MIR conllevó mayores responsabilidades para Edgardo Enríquez, que junto con Andrés Pascal Allende y Manuel Cabieses pasaron a ser los encargados de dirigir el destino del partido. Consecuentemente, se agravó la persecución que ya sufría, pues la DINA apuntaba a él como uno de los principales enemigos del régimen.

A lo largo de este debate se probó que por disposición del partido, Edgardo Enríquez salió de Chile para afianzar los contactos y enlaces que el MIR tenía en el exterior. Luego de pasar por Argentina y Europa, desde enero de 1975 se radicó en Cuba, donde estaba instalado el comité exterior del MIR. Como nos relató su esposa, Grete Weinmann, permaneció en Cuba hasta comienzos de mayo de 1975, cuando se estableció en la Argentina. Al respecto, contamos también con la carta que el propio Enríquez dejó en la Habana a su esposa, despidiéndose de sus hijos y explicando los motivos de su viaje, los que coinciden con los testimonios que escuchamos en relación a su rol de dirigente del MIR. Documento 2.

El 12 de mayo de 1975, Edgardo Enríquez ingresó a nuestro país usando un documento apócrifo a nombre de Javier Infante. Weinmann explicó que ése era uno de los nombres falsos que su marido usaba para procurarse seguridad, además del de David y Simón. Aclaró que sus amigos, que lo conocían de Chile, lo seguían llamando como en su niñez: Pollo Enríquez.

Su radicación en Argentina, más precisamente en Buenos Aires, tenía dos claros objetivos. Tal como mencionó en la audiencia Arnol Kremer, por un lado, Enríquez era el representante del MIR ante la Junta Coordinadora Revolucionaria que tenía su sede en Buenos Aires. Bruno Serrano, que formaba parte del MIR, también se refirió al rol de Enríquez dentro de la JCR. Por otro lado, Kremer recordó que Enríquez estaba en contacto con miembros del MIR, especialmente en Capital Federal, y se encargaba de organizar la salida y el ingreso clandestino de compañeros a Chile. Además, y de manera coincidente con la información brindada por Kremer, Grete Weinmann recordó que su marido se vinculaba con compañeros del MIR, como Regina Marcondes, Patricio Biedma y Claudet.

Ya explicamos que desde producido el Golpe de Estado en Chile, sus fuerzas requerían su captura. Para lograrlo, coordinaban sus esfuerzos con las otras agencias represivas del cono sur en el marco de Cóndor.

Enríquez, tal como mencionaron todos los testigos que tuvieron oportunidad de conocerlo, era especialmente precavido y cuidadoso para no despertar sospechas, pues sabía que los límites geográficos no eran verdaderas fronteras para la DINA. Por eso y tal como dejara asentado Arnol Kremer en su libro Los Perros[1], tomó precauciones a la hora de elegir su domicilio. Primero lo hizo en un inmueble asignado por el PRT-ERP, ubicado en el Gran Buenos Aires. Luego, como ratificó el propio Kremer al declarar, para estar más próximo a la ciudad de Buenos Aires donde llevaba adelante su actividad política, se mudó a la casa donde vivía Kremer con su familia, situada en la calle Ucrania de la localidad de Munro.

Desde allí, Enríquez se desplazaba a diario impecablemente vestido a la Capital Federal, para contactarse con otros integrantes del MIR, como Regina Marcondes, Emir Sader y Patricio Biedma. Además, estaba en contacto con el comité exterior de esa organización que había quedado en Cuba, donde también estaba su esposa.

Como destacó Kremer y pudimos verificar con las cartas aportadas por Grete Weinmann, Enríquez escribía misivas en letra imprenta mayúscula e, incluso, sabía confeccionar mensajes cifrados para comunicarse con quienes estaban fuera del país. Así lo hacía pues, como dijimos, Enríquez tenía la convicción que la DINA lo buscaba y temía que los servicios de inteligencia interfirieran su comunicación con el exterior.

En este juicio se probó que no sólo la DINA lo buscaba. El resto de las fuerzas represivas que se vinculaban con Cóndor, apoyaba y colaboraba con las intenciones de la DINA, en especial las fuerzas argentinas y las paraguayas, que, a través de la comunidad informativa, brindaban información sobre las detenciones e interrogatorios a otros miembros del MIR.

Ya nos hemos referido en este alegato a las detenciones de Jorge Isaac Fuentes Alarcón y Jean Yves Claudet respectivamente en mayo y noviembre de 1975. Estos dos eventos son fundamentales para comprender cómo los representantes de las fuerzas argentinas en coordinación con la DINA han ido acercándose a Enríquez hasta poder capturarlo y asesinarlo.

Cuando las fuerzas argentinas detuvieron, interrogaron y asesinaron a Jean Yves Claudet en Buenos Aires, las fuerzas chilenas rápidamente lo supieron y contaron con la información que los argentinos habían podido obtener para continuar con el raid represivo contra el MIR y especialmente para la búsqueda de Enríquez. Al respecto contamos con los memorandos n° 69, 72 y 73 que el espía chileno Arancibia Clavel mandaba a Chile que acreditan el fluido intercambio que él tenía con miembros del Servicio de Inteligencia argentino. Documento 3, Documento 4 y Documento 5.

Sabemos que además de enviar información, Arancibia también servía de nexo entre las autoridades argentinas y la DINA chilena para articular la captura de Enríquez. Esto lo vemos claramente en el documento n° 19 del 23 de diciembre de 1975 secuestrado a Arancibia Clavel, en el que desde Chile se manifestaba el interés en dar con Edgardo Enríquez que ya había sido localizado en Buenos Aires. Documento 6. Al respecto, también contamos con la respuesta a dicho Memo elaborada por el mismo Arancibia Clavel bajo el nombre de Luis Felipe Alemparte Díaz el 8 de enero de 1976. Allí, Arancibia informaba que las fotos de Edgardo Enríquez que las fuerzas argentinas habían solicitado ya habían sido entregadas a los servicios del Ejército y que habían sido distribuidas por todo el país. Documento 7.

Como dijimos, la captura de Fuentes Alarcón en Paraguay también permite advertir la coordinación represiva. Contamos con múltiples documentos, como el n° 00046F 1528/1536 del Archivo del Terror, que da cuenta de cómo las fuerzas represivas interrogaron en forma conjunta a Fuentes Alarcón y luego compartieron la información obtenida. Documento 8. Sobre este documento escuchamos también al testigo experto Carlos Osorio, que resaltó el interés desde Argentina de localizar a Enríquez en Buenos Aires. Sabemos además, a partir de este documento, que las dictaduras también compartían los mensajes que interceptaban a los integrantes del MIR.

La carta escrita por Enríquez, que las fuerzas argentinas mandaban a sus pares de Paraguay como anexo al interrogatorio para Fuentes, no era producto de un descubrimiento eventual y azaroso. Tampoco era la única vez que este tipo de información se compartía. Muy por el contrario, las comunicaciones entre el MIR en Buenos Aires y el comité exterior habían sido interferidas, y la información obtenida era compartida de forma sistemática en el marco de Cóndor para realizar operativos en Buenos Aires, sino también para realizarlos en otros países de la región. Contamos, al respecto, con el informe del 15 de septiembre de 1976, elaborado por el Comisario Inspector Alberto Obregón del Departamento de Asuntos Extranjeros de la PFA que no deja dudas sobre este punto. En virtud de su relevancia para acreditar lo que venimos diciendo, citaremos textualmente un fragmento:

“Se logra detectar la forma de comunicación entre responsables de Mir Exterior y MIR Interior poniendo de sobre aviso de esta circunstancia al gobierno chileno.

De común acuerdo con las autoridades chilenas, e intercambiando opiniones, se establece no entorpecer sucesivas relaciones, a fin de reunir mayor información y llegar a detectar los integrantes de la cúpula de dicha organización subversiva”. Documento 9.

En resumen, sabemos que las fuerzas argentinas buscaban al líder del MIR, conforme el interés de sus pares de la DINA, que pretendían la captura de Enríquez desde producido el golpe en Chile Para eso ambas fuerzas trabajaban juntas, tal como podemos advertir del análisis integral de la documentación secuestrada a Arancibia Clavel y del documento elaborado por el Comisario Obregón de la PFA. Además, el parte de inteligencia n° 05/76 de la SIDE sobre “Actividades Detectadas de la JCR” dirigido al Ministro del Interior, no solo nos permite advertir que las fuerzas conocían el rol de Enríquez en la JCR. También demuestra que los miembros del servicio de Inteligencia argentina sabían que Edgardo Enríquez se hacía llamar Simón, David o Javier Infante.                                          

En tal escenario, el 29 de marzo de 1976 un importante operativo en la localidad de Moreno del que Enríquez logró escapar, dejó al descubierto la presencia del líder del MIR en Buenos Aires. Aquel día, fuerzas conjuntas integradas por policías de la comisaría de la zona y fuerzas militares dependientes de la jefatura del Área 162, entonces a cargo del Brigadier Antonio López, irrumpieron en una reunión del comité central del PRT-ERP que se desarrollaba en la quinta “La Pastoril” de la localidad de Moreno, Provincia de Buenos Aires.

Enríquez, que como ya dijimos representaba al MIR ante la JCR, estaba aquel día en la quinta. Al respecto escuchamos a Arnol Kremer que también estaba allí y recordó que al llegar las fuerzas se desarrolló un intenso tiroteo y tanto él como Enríquez lograron escapar por la parte trasera de la quinta, aunque no lo hicieron juntos. Recordó que Enríquez tuvo que permanecer varios días escondido en las zonas aledañas, hasta finalmente poder retomar el contacto. Estas mismas referencias se leen en el libro Los Perros, que reseña la fuga de la quinta; y en una carta que Enríquez envió a Cuba contando la fuga. Documento 10. La carta fue aportada al juicio por Grete Weinmann, quien explicó que se encontraba cifrada, para evitar que las fuerzas de seguridad pudieran conocer su contenido en caso de interceptarla. Weinmann también aportó el mensaje descifrado, al que había podido acceder estando en Cuba, donde se puede leer el relato de Enríquez.

A consecuencias del operativo en la quinta de Moreno, varios integrantes del PRT murieron. Pero además, se había logrado incautar documentos sobre la reunión los que permitieron confirmar, entre otras cosas, que Edgardo Enríquez había estado allí. Esto claramente se evidencia con el documento titulado “Informe Especial Mensual de Inteligencia n° 4/76” sobre la detección de la reunión del Comité Central del PRT –ERP, donde se hace expresa referencia a la presencia de integrantes del MIR y en particular de un chileno de nombre “David”. Documento 11.

Como dijimos, para este momento tanto los integrantes de la DINA como las fuerzas locales sabían que David no era otro que Edgardo Enríquez. Supimos, por el testimonio de Kremer que ambos se reencontraron en la casa de Munro y decidieron, en virtud del peligro que corrían luego de lo ocurrido en Moreno, abandonar ese domicilio.

Enríquez fue a la casa donde vivía Regina Marcondes en La Pampa 2971, de la ciudad de Buenos Aires, con la esperanza que aquella locación le ofreciese mayor seguridad, evitando también largos desplazamientos para contactarse con sus compañeros del partido. Sobre esta circunstancia y sobre la ubicación del nuevo domicilio de Enríquez, dio cuenta Emilio de Ipola, quién al declarar recordó que se trataba de un departamento sobre la calle La Pampa a una cuadra de Av. Cramer. Sus dichos coinciden con la dirección que surge el legajo CONADEP n° 3689 correspondiente a Regina Marcondes.

Sabemos que en los días posteriores a instalarse con Regina Marcondes asistió a reuniones de la JCR a las que también asistió Arnol Kremer y estuvo en contacto con Emilio de Ipola y su esposa, Olga Gloria Rojas. Ellos dos, si bien simpatizaban con las ideas del MIR, no integraban el partido. Sin embargo, no eran desconocidos para las fuerzas represivas argentinas, que habían incluido preguntas sobre ellos en el interrogatorio enviado a Paraguay, cuando Fuentes Alarcón había sido secuestrado.

A pesar de tener trato frecuente, Edgardo Enríquez nunca les reveló su verdadera identidad. Así, ante De Ipola se presentaba con el nombre Javier y no fue sino tiempo después que este pudo conocer la verdadera identidad del chileno. Al declarar, De Ipola mencionó que estando detenido, al hablar con Gabriel Salinas Álvarez se enteró que Javier era ni más ni menos que Edgardo Enríquez. Esto fue luego confirmado por Marco Aurelio García, cuando ya estaba exiliado en Europa. La convicción de que se trataba de la misma persona surge también del reconocimiento que efectuó al prestar testimonio, cuando se le mostraron fotos de Edgardo Enríquez aportadas por Grete Weinmann y obrantes en la causa Cóndor Chile. De Ipola confirmó que aquella era la persona que él había conocido con el nombre Javier.

Como complemento, contamos con el acta obrante a fs. 8742/5 de la causa rol n° 2182-98 conocida como Operación Cóndor Chile, de donde surgen los dichos vertidos por Salinas Álvarez, que confirman la conversación mantenida con De Ipola en relación a Enríquez.

Mientras tanto, luego del episodio de la quinta, las fuerzas represivas continuaban buscando a Enríquez, ya con la certeza de que estaba en Buenos Aires. Al respecto contamos con el testimonio de Sergio Muñoz Martínez, quien recordó que estando detenido en Devoto, pocos días después del golpe de Estado en Argentina, ingresaron varias personas que habían sido detenidas en el operativo de la quinta de Moreno y que uno de ellos le mencionó que desde el momento de su detención le habían preguntado con insistencia por Enríquez.

A lo largo del debate supimos que los operativos para dar con Enríquez continuaron. Escuchamos a Emilio De Ipola, quien dijo que el 6 de abril de 1976 por la noche, fue a cenar junto con su pareja al domicilio de la calle Pampa, donde vivían Regina Marcondes y Javier, es decir, Enríquez.

Aquella noche, al regresar a su domicilio de la calle Migueletes de esta ciudad, ya en las primeras horas del 7 de abril fueron violentamente secuestrados junto con Eduardo Molina y Verdía, amigo de la pareja que estaba en el departamento, y llevados al CCD Coordinación Federal. De Ipola también relató que estando allí, fue sometido a brutales torturas; y que fue interrogado por quien se hacía llamar “coronel Quinteros”. Las preguntas versaron acerca del MIR, de la JCR y en especial por Javier, a quien los interrogadores también llamaban Simón. En definitiva, le preguntaban por Edgardo Enríquez.

Además, De Ipola refirió que estando en Coordinación Federal, escuchó a uno de sus captores manifestar que por error no habían dejado custodia en el domicilio donde los habían secuestrado y que, entonces, Regina Marcondes se había percatado del operativo y junto con Enríquez había abandonado el inmueble de la calle La Pampa. Explicó que, entonces, le preguntaron por otros lugares donde encontrarlos, algo que él desconocía.

Como vimos, desde hacía mucho tiempo Enríquez era intensamente buscado. Las fuerzas argentinas coordinaban la búsqueda con la DINA. Contaban con fotografías de Enríquez, habían interceptado sus comunicaciones con el MIR exterior, habían secuestrado a otros integrantes de partido y también documentación, sabían que se movía junto a Marcondes y, por si todo esto fuera poco, ahora conocían su domicilio.

Señores jueces: En este juicio se ha acreditado que Edgardo Enríquez fue asesinado en esta Capital Federal el 10 de abril de 1976. Su muerte acaeció en las inmediaciones del hospital Pirovano, alrededor de las 22 horas, producto de una hemorragia interna causada por dos heridas de bala, tal como lo acredita el certificado de defunción obrante a fs. 55 del expediente n° 72.902/04 del juzgado de instrucción n° 17.El hecho se produjo dentro de la Subzona Capital Federal, por entonces a cargo de Juan Carlos Olivera Róvere, dependiente de la Zona I, bajo el mando de Suarez Mason.

Al respecto escuchamos a Grete Weinmann, quien dijo que en aquella época lo único que se supo era que su marido había faltado a una reunión el 10 de abril a la noche y que también se había ausentado en los días subsiguientes, tal como se lo había transmitido Manuel Cabieses, el encargado del MIR en Cuba. Por su parte, Arnol Kremer supo que algo le había ocurrido a Enríquez, porque no se había presentado a encuentros que habían fijado previamente. De manera coincidente, Sergio Muñoz Martínez relato que estando en la cárcel de Devoto se enteró de la fuga de Enríquez de la quinta de Moreno y de su posterior desaparición. Sobre este extremo contamos también con la sentencia dictada por el Juzgado Civil y Comercial n° 3 de San Martín que resolvió declarar su ausencia por desaparición forzada fijando como fecha el 10 de abril de 1976.

Arnol Kremer mencionó que a raíz de la desaparición de Enríquez, abogados que estaban conectados con el PRT-ERP presentaron ante la justicia un Habeas Corpus que, como habitualmente ocurría, fue rechazado. Grete Weinmann manifestó lo difícil que le resultaba desde Cuba denunciar lo ocurrido con su marido, pero resaltó las gestiones que llevó adelante su suegro, Edgardo Enríquez Frödden. Esto último se ve confirmado por las actuaciones remitidas por el ACNUR, donde obran las denuncias realizadas por el padre de Edgardo Enríquez. Documento 12. Todas estas gestiones resultaron infructuosas para descubrir el destino de Enríquez.

Volviendo a Muñoz Martínez, al declarar en este juicio, tal como lo había hecho ante la Comisión Rettig el 24 de octubre de 1990, y frente a las autoridades judiciales chilenas el 24 de agosto de 2006[2], hizo mención a otras circunstancias que se enteró cuando estaba por recuperar la libertad del Penal de Devoto. Explicó que uno de los reclusos, que pertenecía a la Juventud Guevarista, le pidió que informara al padre de Enríquez que desde su partido habían hecho esfuerzos para saber el destino de su hijo. Y que, incluso, habían secuestrado a un comodoro argentino para pedir a las fuerzas un intercambio por Enríquez, pero la respuesta había sido que ya no estaba en manos de ellos hacer algo por él.

Sobre este punto contamos con dos cables desclasificados aportados por el National Security Archive, que no sólo confirman lo manifestado por Muñoz Martínez sino también ponen de manifiesto que las dos fuerzas, chilenas y argentinas, sabían que el intercambio era imposible: Enríquez estaba muerto. Ambos documentos son del 7 de mayo de 1976. Por un lado, del identificado con el nombre “Buenos Aires 3047”, originado en la embajada estadounidense en Buenos Aires, surge que personal de inteligencia de las Fuerza Aérea Argentina informó que quien debía ser intercambiado por el Comodoro, es decir Enríquez, estaba muerto. Documento 13. Por otro lado, el cable “Santiago 4325” originado en la embajada norteamericana en Santiago de Chile, confirma el mismo mensaje, señalando que la fuente es impecable y pertenece a las fuerzas navales chilenas. Documento 14. Estos dos cables, en tanto provienen de dos embajadas diferentes y transmiten la misma información, proveniente de manera paralela de fuentes de los dos países, confirman la coordinación desarrollada por las fuerzas argentinas y chilenas.

Sin embargo, como vimos, esta información fue deliberadamente ocultada a sus seres queridos, que lo siguieron buscando durante casi 30 años hasta que, recién en el año 2005, fueron contactados por el Equipo Argentino de Antropología Forense. Como relató Grete Weinmann, el motivo de la comunicación era que se había realizado un cotejo entre las huellas dactiloscópicas obrantes en un prontuario de la PFA y las impresiones de Edgardo Enríquez, agregadas al sumario elaborado; y se había podido determinar que se trataba de la misma persona.

Así, finalmente la esposa de Enríquez y uno de sus hijos pudieron hacerse presentes ante las autoridades argentinas y reconocer las fotografías que obran en el expediente n° 72.902/04 del juzgado de Instrucción n° 17, que había sido iniciado justamente el 10 de abril de 1976, la fecha en que Enríquez fue asesinado.

Por su parte, contamos con la sentencia dictada por la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional Federal a fs. 69/70 del legajo 112 donde se declaró que la persona fallecida el 10/04/1976 en el hospital Pirovano, en las condiciones descriptas en el expediente 72.902/04, era Edgardo Enríquez.

Señores jueces: Varias observaciones se derivan de ese sumario. La primera, que no obstante contener una fotografía de Enríquez, cuyo rostro era conocido por las fuerzas argentinas al menos desde fines de 1975 cuando se habían repartido fotografías remitidas desde Chile, el expediente se archivó a menos de cuatro meses de iniciado, sin haberse podido identificar a la víctima de homicidio. La segunda, que ese sumario nos permite tener por acreditas las causas de la muerte de Enríquez, es decir las heridas de bala que provocaron la hemorragia interna.

No obstante, la exigua extensión de la investigación, que abarcó solo 62 fs., incluyendo el decreto que ordena su sobreseimiento provisional y archivo, no resulta suficiente para concluir que las circunstancias que allí se detallan en torno al asesinato de Enríquez en las calles Lacroze y Conesa sean efectivamente ciertas.

Además de que, en realidad, nada se investigó, los pocos elementos que contiene carecen de entidad suficiente como para arribar a una conclusión definitiva sobre la veracidad de las circunstancias que se reseñan. Por ejemplo, surge del sumario que se habrían efectuado aproximadamente veinte detonaciones, incluidos los tres impactos que dieron muerte a Enríquez y que no permanecieron alojadas en su cuerpo. Sin embargo, esa referencia se contrasta con el nulo hallazgo de señales de disparos en la misma escena del crimen.

A esto se suma la diferentes apreciaciones sobre la edad de la persona que, a la postre, se determina que es Enríquez. Primero, el sumario policial indica que se trata de un hombre de alrededor de 24 años de edad, lo que a las claras difiere del acta de defunción obrante a fs. 55, donde se lo describe como de aproximadamente 35 años, mucho más cercano a su verdadera edad. Además, el inusual encuadre que tiene la única foto de Enríquez obrante a fs. 25 del expediente, donde sólo se muestra su rostro, pero no las heridas que ocasionaron su muerte. Tampoco pudimos dar con Genciano Zaracho Benítez, la otra persona que se menciona también herida en la balacera y que habría sido derivado al Hospital Pirovano. Finalmente, el testimonio de German Vázquez en este juicio, quien negó haber presenciado y denunciado un tiroteo en las inmediaciones del hotel que por aquel entonces administraba con su mujer, pese a que surge exactamente lo contrario de la presentación que se le atribuye, agregada a fs. 3 del expediente, fechada el 10 de abril de 1976 y firmada por él, tal como lo estableció la pericia caligráfica ordenada por el Tribunal a nuestro pedido. En este punto, sabemos que el hecho de que la haya firmado, no siempre y necesariamente implica que su contenido se corresponda con la realidad.

Nuestra experiencia, base también de la sana crítica racional, nos indica la precaución que debemos tomar en la apreciación de este tipo de elementos, máxime cuando nos referimos a hechos ocurridos en el contexto del terrorismo de Estado y la firmeza que, en el caso de Vázquez, observamos al momento en que en esta sala prestó testimonio. Es probable que la interpretación aislada de cada una de estas inconsistencias sea insuficiente como para dudar de lo asentado por la prevención.

Pero sí de la conjunta interpretación de todas, unida a la acreditada metodología de ocultamiento instaurada por los Estados terroristas y a la comprobación que los documentos antes citados, emitidos por las embajadas estadounidenses en Buenos Aires y Santiago, nos dan sobre la certeza que las fuerzas represivas argentinas y chilenas tenían sobre que el muerto, catalogado en el sumario como N.N., era Enríquez.

Señores jueces: por lo expuesto, en lo que respecta a la forma en que Enríquez fue asesinado, corresponde que dudemos acerca de la veracidad de las circunstancias que refleja el sumario. De lo que si podemos estar seguros es que el asesinato de Enríquez fue ejecutado bajo el marco de Cóndor.

Como corolario, resta mencionar algunos cables de la inteligencia norteamericana que complementan los ya citados y confirman la coordinación de las fuerzas represivas argentinas y chilenas en su búsqueda, ubicación y asesinato. Nos referimos puntualmente a los documentos “Buenos Aires 3234”, “State 178852”, “Santiago 08870”, y los informes de la CIA del 20 de mayo, 23 de junio y 2 de julio, todos del año 1976. Documento 14, Documento 15, Documento 16, Documento 17, Documento 18 y Documento 19. A través de distintas fuentes, estos documentos ratifican que Enríquez fue capturado y asesinado el 10 de abril de 1976 en Buenos Aires.

Por último, para sumar aún más elementos de prueba a la coordinación represiva de la que fue víctima Edgardo Enríquez, daremos lectura a otro fragmento del informe del Comisario Obregón al que ya referimos. Refiriéndose a los operativos llevados adelante contra el MIR, textualmente dice que:

“Tras un año y medio de investigaciones, por fin, en abril del corriente año, se comienzan a realizar procedimientos simultáneos en ambos países (está hablando de Argentina y Chile) dando como resultado en Argentina, la caída del hombre más importante del MIR, luego de la muerte de Miguel Enríquez en Chile, cayendo además sus principales colaboradores”.

Señores jueces: como hemos probado, los elementos de convicción que se han reunido en este proceso nos permiten tener por acreditado el asesinato de Edgardo Enríquez Espinoza el 10 de abril de 1976 en la jurisdicción de Capital Federal. Sin embargo, las pruebas recabadas no permiten acreditar la participación ni endilgar responsabilidad por este hecho a Santiago Omar Riveros, a quien el requerimiento de elevación a juicio imputaba el delito.

Esto es así, por cuanto si bien corresponde dudar de las menciones efectuadas en el sumario judicial sobre las circunstancias que rodearon su asesinato; y más allá de la verificada actuación coordinada de las fuerzas represivas argentinas y chilenas, carecemos de otros elementos que posibilitan sostener algún tipo de intervención de Riveros en el homicidio o en algún tramo de su proceso ejecutivo.

Además, el fallecimiento de Videla y las limitaciones del objeto procesal nos impiden, también, dirigir una imputación formal contra sus eventuales responsables. Tampoco podemos hacerlo en lo que respecta a Regina Marcondes y lo ocurrido con ella, quien hasta el día de hoy permanece desaparecida.

Ahora bien, los hechos probados, en tanto reflejan un caso paradigmático que ilustra y pone al descubierto el funcionamiento de Cóndor, sí pueden ser utilizados como prueba de su existencia y operatividad. En lo sucesivo trataremos los hechos que damnificaron a otros integrantes del MIR que también sufrieron la coordinación represiva ejecutada bajo su marco, tal como informa el documento secreto redactado por el Comisario Obregón.

 

[1] Luis Mattini, Los Perros, memorias de un combatiente revolucionario, Peña Lillo-Del Continente, Buenos Aires, 2006.

[2] Causa Rol 2182-98.